Penetrar en lo intimo del incosciente colectivo

El desarrollo de la humanidad nunca se dio de forma lineal,  nada procede en forma lineal,  sino en círculos.  Vivimos en ciclos desarrollo y regresión.  Los imperios se levantan y caen.
El estatus de la Diosa se convirtió en la hija, en vez del consorte del Dios creador.
No es casual que la prístina naturaleza virgen de nuestro planeta vaya desapareciendo a medida que se desvanece la comprensión de nuestra intima naturaleza salvaje.
Las nuevas cosmologías monoteístas patriarcales cambiaron el aspecto de la trinidad de la diosa,  la virgen y la madre formaron parte de la nueva forma de ver a las deidades,  un nuevo ideal femenino que daba nacimiento el espíritu santo,  sin tener interacción sexual.
La Neolítica Revolución,  ocurrió alrededor del 10.000 A.C.  Desencadenado por mujeres.  A través de las largas generaciones fueron las mujeres quienes escarbaron la tierra para buscar comida,  observando  raíces y el pasto,  su fisonomía y su crecimiento  se vivía en armonía con los ciclos naturales de los que las rodeaba,  siendo ellas hijas de la gran Madre.  Aprendieron a sentirse satisfechas con lo que la Madre Naturaleza les brindaba.  Fue así,  que,  ellas mismas,  eran madres,  sanadoras,  médicas.
Aprendieron de las plantas tóxicas,  depurativas,  los hongos y las hierbas de su entorno.
Los africanos creían que la Tierra era más poderosa que el cielo y sus dioses,  el cielo puede producir la lluvia,  pero no ser la fuente generadora.  Todo el movimiento que ocurre en los cielos,  es de hecho creado por la Tierra,  el aire como un suspiro de la Tierra.  Los dioses creados por un suspiro de la Tierra,  así también,  desterrados por ella.
La gente del Neolítico y Paleolítico comprendían al rol del Hombre como el abridor del Útero y al mismo tiempo creían que el niño era puesto en el útero por los espíritus,  en donde regresaban ancestros difuntos. El hombre no podía concebir al niño como de su propiedad,  sino,  que venia de la Madre,  a través de la Madre,  y pertenecía al Espíritu del Mundo.