El útero y el parto

Dice Frederick Leboyer (3) que lo que hasta ahora se han conocido
como contracciones uterinas adecuadas en realidad son calambres,
contracciones altamente patológicas; puesto que el útero
debiera distenderse suavemente, con un movimiento rítmico y
ondulante a lo largo de sus haces de fibras musculares, de arriba
abajo, y tan suave y tierno como la respiración de una criatura
cuando duerme plácidamente. Es, nos asegura Leboyer, el ritmo
suave y tierno, y también ciego y todopoderoso del mundo visceral.
El obstetra inglés Grantley D. Read (1933) (4) también llegó a
la misma conclusión. Tras varios años de práctica obstétrica empezó
a pensar que el dolor en el parto podría ser algo patológico, y
para confirmar esta hipótesis realizó diversas investigaciones.
Entre otras, realizó un estudio sobre el dolor, sobre la distribución
y sensibilidadad específica de los receptores del dolor (nociceptors),
lo cual le confirmó que el dolor constituye un sistema de
defensa destinado a alertarnos de alguna agresión o disfunción de
algún órgano o sistema (por eso, por ejemplo, tenemos más sensibilidad
para el dolor en la parte delantera del cuerpo que en la
espalda, al objeto de proteger las vísceras). Read asegura que un
corte con el bisturí en el útero no produce dolor, y que en cambio
duele muchísimo todo lo que sea la disfunción de la distensión
muscular, que habría que evitar en un parto fisiológico y normal.
Este estudio, unido a su convicción de que no hay proceso fisiológico
que en condiciones normales de salud se produzca con dolor,
le fue confirmando sus primeras sospechas. También realizó un
estudio en aborígenes africanas, observando que efectivamente el parto natural es indoloro (5). En su tesis doctoral, Claudio
Becerro de Bengoa, del hospital Gregorio Marañón de Madrid
asegura que el dogma de parto doloroso, peligroso y penoso, como
ha surgido en el transcurso de nuestro desarrollo cultural, crea un
miedo de expectación responsable de los dolores y de muchas de
las complicaciones que de ello se derivan (6). En una entrevista
al diario El País (7) el Dr. Becerro afirmaba que en las civilizaciones
primitivas o tribales en las que no existen divinidades o apenas
tiene relevancia la religión, se concibe el parto como algo
absolutamente fisiológico y que acontece sin dolor.
El ensayista francés del siglo XVI Montaigne, afirmaba que
había pueblos enteros en donde se desconocía el dolor en el parto
(8). Así mismo Bartolomé de las Casas (9) refería que el parto de
las indígenas del Caribe que había conocido, se producía sin dolor.
George Groddeck en el siglo pasado (10) fue más lejos al asegurar
que los terribles dolores del parto ocultan cantidad de placer,
coincidiendo con el anatomista francés Ambroise Paré (1575) que
en su tratado de anatomía (11) decía que
La acción y utilidad de la matriz es concebir y engendrar con un
placer extremo. [L’action et utilité de la matrice est de concevoir
et engendrer avec un extrême plaisir].
Vamos a tratar de entender cómo es posible que un útero se abra
con dolor, o por el contrario, con extremo placer.
El útero es una bolsa formada por haces de fibras musculares,
con una puerta de salida, el cervix, donde estos haces se concentran
para poder cerrar la puerta herméticamente con el fin de sostener
el peso del feto, de la placenta, del líquido amniótico, etc.
contra la fuerza de la gravedad; y, al mismo tiempo poder abrirse
hasta los famosos diez cm. para que salga el bebé a término. La
bolsa uterina integrada en el cuerpo de la madre fue un gran invento
evolutivo que resolvió de forma prodigiosa la contradicción
entre la consistencia del envoltorio protector para que crezca el
embrión, y su salida al llegar a término (por ejemplo, los huevos de
las aves no pueden ser más consistentes porque de otro modo el
polluelo a término no podría romperlo para salir). El tejido muscu-lar es fuerte y al mismo tiempo elástico y flexible; elástico para
albergar a la criatura según va creciendo, fuerte para apretar las
fibras musculares del cuello y aguantar 10 ó 12 kgs. de peso contra
la fuerza de la gravedad, y flexible para la total relajación, distensión
y apertura de la salida. Y todo esto con un dispositivo de
cierre y apertura en el que participa un sistema neuroendocrino y
neuromuscular, el cual a su vez depende de la sexualidad de la
mujer. Juan Merelo-Barberá (12) decía que este dispositivo no
es otra cosa que el orgasmo y el proceso de excitación previa, y que
el orgasmo fue el invento evolutivo para accionar la apertura del
útero. El objeto de este librito no es otro que entender en concreto
esta afirmación.
Según G.D.Read, que estudió también con detenimiento el sistema
neuromuscular del útero (13), éste tiene tres capas de fibras
musculares: las longitudinales, las circulares y las intermedias (ver
Figura 1). Las intermedias, que forman la capa media de la pared
de la bolsa uterina, son haces muy apretados que rodean, en forma
de ochos y de espirales, los vasos sanguíneos que suministran el
oxígeno a las células y retiran los productos de desecho; son un dispositivo
previsto para acompañar el intenso trabajo de los músculos
uterinos durante el parto; Read asegura que esta actividad muscular
para aumentar el flujo sanguíneo es importantísima para la
fisiología del parto (por ejemplo, es sabido que algunos deportistas
se transfunden bolsas de sangre para incrementar su rendimiento).
Extraido de Pariremos con placer de Casilda Rodrigáñez Bustos